lunes, 2 de junio de 2014

Sobre la obediencia a los padres y sus límites


Hijos, obedeced en el Señor a vuestros padres, porque esto es justo”.
Efesios 6:1

El mandamiento es: “obedeced -en el Señor- a vuestros padres, porque esto es justo”. Entonces, como advertencia, no es justo obedecerlos si sus órdenes no llevan a glorificar al Señor (quien los constituyó en autoridad y les ha permitido honra por ello), pues allí, se vuelve injusta la obediencia, pues sería desobediencia a Dios.

Así pues, toda demanda de obediencia que nuestros padres nos hagan pero que su cumplimiento se constituya en desobediencia a nuestro verdadero Padre, debe ser ignorada y desobedecida; pues, aunque ante los ojos de los hombres sea desobediencia, ante los ojos del Señor ha sido un acto de sumisión y obediencia a Su voluntad.

Daniel oró a Dios desobedeciendo de esta manera al rey y su edicto real y a la ley de Media y de Persia que le restringía esto y no podía ser abrogada; y Pedro y Juan no dejaron de predicar en el Nombre cuando se los prohibieron. Y esto, porque es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres.

Dado que lo anterior es cierto, si las órdenes de los hombres, ya sean padres o reyes, son escalones que nos llevan a obedecer al Señor, entonces hemos de honrarlos obedeciéndolos, o deshonraremos a nuestro Padre Celestial quien fue el que estableció esas autoridades; pero, si el obedecer cierta orden de algún hombre se vuelve una manera de desagradar a Dios, entonces es orden del Señor la desobediencia a ese mandato humano para que haya obediencia a Él.

Pues, obedecer a nuestros padres u otras autoridades en cosas que nos aparten de la obediencia a Dios se constituye en un acto de rebeldía al Rey de los Cielos y la tierra, Señor de Señores y verdadero Padre.

Por lo tanto, la obediencia a los hombres tiene un límite, y este es: la obediencia a la Ley de Dios.

Nada podemos contra la verdad; y mientras meditas en esto, dad a Dios gracias por todo en el Nombre de nuestro Señor Jesucristo.

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